¿Y tú qué crees?
Atardece un domingo, la ciudad respira tranquila, mal, a su ritmo. Como una gran máquina traqueteante que avanza sin cesar, pensando siempre en cuando acabará su travesía. Sus transeúntes, caracterizados por su inconsciencia general, saludan al vecino, miran raro lo que no comprenden y repiten discursos que no hacen el esfuerzo de entender. Así es más fácil, piensa el Viajero.
- ¿Qué puedo pedir, más allá de poder contemplar esta vista, sin preocupaciones, sin ansiedad?
Su mente, como el que tiene la costumbre de ir al baño según se levanta, movida por un resorte que, analizándolo podría llegar a ser la raíz de sus problemas, suelta una retahíla de respuestas evidentes.
- Claro, siempre puede mejorar ¿Pero no es acaso esa consciencia de posible mejora lo que hace que suframos?
-Creo que si nos vamos a poner así deberíamos ir directamente a la raíz del problema. Todos tenemos experiencias que a nuestro juicio fueron inmejorables, pero que, a posteriori, podríamos ponernos a pensar qué le añadiríamos. La cuestión queda pues, ante esta disyuntiva, en nuestra capacidad para conformarnos con aquello que tenemos. Demasiados factores abruman nuestra condición humana para que podamos discernirlos de una forma sencilla. Solo tenemos la capacidad de vez en cuando de darnos cuenta de uno de estos factores, que de forma radical ha influido verdaderamente en uno de esos momentos.
-No estoy llegando a ninguna raíz.
-No.
-¿Ves? Esto es a lo que me refiero. Aquí tendrían que salir respuestas, epopeyas, barcos volando y dragones de fuego, pero solo tengo frías conclusiones que me aterran.
-¿Después de lo que has visto y sentido aún dudas, villano?
-Se me olvida cómo somos los humanos, que vivimos el momento y no somos eternos, más bien efímeros hasta para nosotros mismos pues nos olvidamos constantemente de quién somos. ¿Puede uno cansarse de ser humano? La mejor respuesta que se me ocurre, y en mitad de una carcajada mental, es que hasta del cansancio de serlo se olvida por humano. JAJAJA
Comments
Post a Comment